Y perdone por esta vez doña Ines
En estos tiempos donde la corrupción y el amiguismo son temas a habituales de conversación (aunque lo de "en estos tiempos" seria sustituible por "en todos los tiempos") me viene continuamente a la mente la figura de don Juan Bragas de Pipaón, protagonista de la segunda serie de los magníficos "Episodios Nacionales" de don Benito Perez Galdos. Este Pipaón logra llegar hasta la camarilla de Fernando VII, un grupo de cortesanos que junto al rey felón son los que verdaderamente gobiernan el país al margen de las decisiones de los ministros. Ni que decir tiene que nuestro protagonista tienes amplias virtudes para ocupar tal puesto, entre ellas destaca la capacidad para imitar la firma y la letra de cualquier persona. Como ejemplo de lo que llega a ser la corrupción generalizada y el nepotismo a la hora de designar los nombramientos don Benito pone en boca de Pipaón una anécdota significativa que tiene todos los visos de ser real, las novelas de esta serie siguen el cliché de tantas novelas históricas (o casi podíamos decir que lo crean) en las que el protagonista es ficticio pero todo lo que le rodea es histórico. Esta anécdota se narra en la tercera novela de la serie, llamada "La segunda casaca" (si, efectivamente el título hace referencia a la frase "cambiarse de chaqueta").
Pues resulta que en la nombrada camarilla del rey es donde se otorgan la mayoría de los nombramientos oficiales incluidos los de los obispos. Un miembro de este selecto grupo era Ignacio Martínez de Villela, que tenia gran influencia en el monarca. Pero él era al a vez influido por su ama de llaves y gobernadora de su casa, una tal doña Ines al que en la novela se menciona como su negra no se exactamente porque, aunque lo intuyo. Tal era el poder y la codicia de esta mujer a la hora de conceder las mitras ( los nombramientos a obispos) que se llego a decir que ni el mismísimo San Pedro podría empuñar el báculo si no estaba a buenas con la tal doña Ines. Cuando al rey le llegó la propuesta de nombramiento del obispo de Astorga..., pero dejemos que sea el propio Perez Galdos por boca de Bragas de Pipaón el que cuente la historia.
Vacó la diócesis de Astorga, y siguiendo los trámites ordinarios, fue presentado para la silla un sujeto, cuyo nombre no hace al caso. Llevose el decreto al Rey para que lo firmara, y Fernando, que tenía felicísimas salidas de aticismo cómico, leyó detenidamente el pliego, sonriendo con la socarronería que le era habitual. Estaba verdaderamente cargado, como ahora se dice, de aquella ambición desmedida de la negra de su amigo, y decidiendo emplear su iniciativa y usar sus prerrogativas con tanta insolencia usurpadas, no colérico, sino con mucha calma y gravedad, tomó la pluma y al margen de la propuesta puso estas sencillas palabras, que constan en un archivo: «Será obispo de Astorga D. X... X.... y perdone por esta vez Doña Inés».
No he podido comprobar si dicho archivo existe realmente como afirma don Benito. Lo que si he averiguado es que el tal D.X...X..... debe ser don Guillermo Martínez Riaguas obispo de Astorga de 1819 a 1824. Si esto es cierto la chulería no le salio muy bien al rey absolutista, ya que Riaguas rápidamente se alinea con los sectores mas reformistas-liberales de la iglesia. Por ejemplo en 1820 con la llegada del trienio liberal es de los primeros obispos que disuelven la inquisición en su diócesis, llegando a demoler sus cárceles. En definitiva, que se ve que la tal doña Ines, la negra de Martinez de Villela, sabia lo que se hacia.