Bitácora de un carpetoedetánico curioso donde van a parar todos los conocimientos aparentemente inútiles.

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martes, 6 de septiembre de 2011

El rey del hielo, historia de una obsesión



Uno de agosto de 1805
"Aquel que ante la primera dificultad, sin intentarlo otra vez, pierde la esperanza de triunfar, no ha sido, no es y nunca será un héroe en la guerra, el amor o los negocios".


 Frederic Tudor + el rey del hielo
Así empezaba el diario que Frederic Tudor comenzó a escribir el día que se lanzó a la gran aventura de su vida. Una aventura que se inicia en los helados lagos de Nueva Inglaterra y que finaliza cada vez que pedimos unos cubitos de hielo para nuestras bebidas refrescantes.

Nacido de una adinerada familia de Boston renunció a estudiar (su hermano si lo hizo y llegó a ser uno de los literatos más importantes de Massachusetts) para dedicarse al mundo de la empresa cuando sólo tenia trece años. Tras un viaje por el Caribe empezó a darle vueltas a la idea de transportar hielo de su fría comarca natal hacia esas calurosas tierras, donde los adinerados terratenientes pagarían gustosos por poder enfriar sus bebidas. Pero, como le pasa a todos los pioneros, no encontró a ningún armador dispuesto a llenar su barco con tan absurda carga y lo único que consiguió fueron burlas de sus contemporáneos. Por fin en 1806 pudo comprar un bergantin llamado "Favorite" y con una carga de 200 toneladas de hielo, salió rumbo a Martinica, donde llegó tres semanas después con unas 80 toneladas de hielo. Pero el viaje acabó en desastre. Los lugareños no estaban muy convencidos con la idea de aguar sus bebidas con el hielo y el cargamento se fundió en el barco sin apenas haber podido vender una mínima parte. Pero Frederic no se rindió, siguió mandando cargamentos a Cuba llegando a tener pequeños beneficios, pero una mala jugada de su agente lo dejó en la ruina, llegando a pasar temporadas en la cárcel debido a sus abultadas deudas. Y una vez mas nuestro héroe se volvió a levantar, consiguió un préstamo para comprar otro barco y un almacén en la Habana y siguió con sus helados viajes. Ahora  se apoyó en una campaña de marketing en la que daba muestras gratis de sus cubitos de hielo a los ricos de La Habana. Además contacto con médicos a los que convenció de las bondades del hielo para combatir la fiebre y la influence (la gripe). Esta vez el éxito le acompañó y el negocio empezó a crecer. En 1815, ya teniendo pingües beneficios, decidió dar un paso mas y aprovechar el viaje de vuelta. Así que consiguió otro préstamo y cargó su barco con todo tipo de fruta caribeña protegiéndola  con quince toneladas de hielo y tres de heno. Y otra vez el desastre, la fruta llegó completamente podrida a puerto y las deudas atenazaban nuevamente a Tudor. Y otra vez se levantó y siguió peleando, trabajó también el mercado local buscando ciudades calurosas de los Estados Unidos donde desarrollo rutas por carretera y por tren. Innovó en el aislamiento de sus barcos usando, paja , heno y otros elementos. En cuanto a la "recogida de la cosecha" de hielo, un colaborador llamado Nathaniel Wyeth (que luego seria un reconocido inventor) le diseñó un arado para hielo que podía cortar los bloques con la ayuda de caballos. Y ahora si que nada se le pudo resistir. Se atrevió a cruzar el Pacifico y sus bloques de hielo inundaron la India e hicieron furor entre los adinerados de Calcuta. También cruzó el Atlántico estableciendo interesantes rutas hasta que el hielo nórdico le hizo la competencia. Ya era sin duda alguna "El Rey del Hielo".

Y así, tras conseguir el éxito, nuestro héroe pudo vivir una vida acomodada hasta el fin de sus días que le llegó en su lujosa mansión de Boston en 1864. Sin duda la frase con la que empezó su diario allá por 1805 marcó lo que sería toda su vida. Que cada cual saque sus propias conclusiones. Yo por mi parte me acordaré de Frederic Tudor cada vez que tenga la tentación de rendirme en algún cometido.





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6 comentarios:

  1. me gusto esta entrada, lo suficiente que me puse a buscar mas información sobre otros individuos con casos similares, pero me encontre con esta redacción en una página web que dice practicamente lo mismo, pero tambien es igual de inspiradora.

    http://www.mentat.com.ar/voluntad-persistente.htm

    un abrazo!

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  2. Gracias por el comentario y por el enlace. Bonito recorrido por ejemplos de tenacidad humana, aunque la traducción deje mucho que desear.

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  3. Enhorabuena, Miguel Ángel, por esta interesante entrada, que no conocía; yo, como es costumbre, llevando el tema a mi terreno, hablaré de otra "historia de una obsesión": la de Heinrich Schliemann, quien a los siete años, cuando su padre le contaba las luchas de los héroes de Homero, de Aquiles y de Héctor, afirmó que cuando fuese mayor, hallaría Troya y el tesoro del rey. Y aquel sueño infantil se convirtió en realidad. Schliemann ha sido una de las figuras más asombrosas no sólo entre los arqueólogos, sino entre los hombres.
    Nacido en 1822 en un pequeño pueblo alemán de una humilde familia, las hazañas clásicas llenaron su cabeza y su corazón. De aprendiz de una tienda de ultramarinos, pasó a una vida aventurera que habría de llevarle primero a Amsterdam y después a Rusia, mientras empezaba de modo autodidacta a estudiar idiomas con una facilidad tan pasmosa que llegó a dominar inglés, francés, holandés, español, italiano, portugués, ruso, sueco y polaco, en apenas seis semanas dedicadas a cada uno de ellos. Esa facilidad innata para las lenguas se manifestó también en el éxito para los negocios, convirtiéndolo a los veinticinco años en un hombre catapultado a la fortuna y a la fama.
    En 1805 estaba ya en Estados Unidos y hasta se nacionalizó norteamericano; la fiebre del oro se apoderó de él y llegó a fundar un banco para el comercio del preciado metal. ¡Hasta fue recibido por el presidente americano! Pero su pasión por la Grecia homérica nunca mermó, y en 1856 empezó a estudiar griego , al que pronto le seguiría el latín y el árabe. Aquel "self made man", aquel hombre hecho a sí mismo, estaba a punto de ver cumplirse el sueño de toda su vida.
    En su época no se creía en la existencia real de Homero, considerado el poeta de un mundo pasado legendario, y se ponía en duda el valor histórico de la guerra de Troya. Con cuarenta y seis años Schliemann llegó al escenario de los acontecimientos, al lugar de Turquía donde se apuntaba el presunto lugar de Troya; teniendo como guía los versos del propio Homero, descubrió la colina de Hissarlik, donde quedó convencido de haber descubierto la Troya de los poemas. Desde 1870 halló no la ciudad esperada, sino hasta nueve ciudades superpuestas. Pero su triunfo se vió superado; en 1873 desenterró el "Tesoro de Príamo", un impresionante ajuar de joyas de oro mil años más antiguo que el propio Príamo. ¿ Cabía aún un triunfo mayor? Pues sí, porque en 1876 se traladó a Micenas, en Grecia, el otro gran escenario de esta historia, la "rica en oro" que cantaba la "Ilíada", y buscó un nuevo tesoro ; excavó las tumbas donde encontró quince esqueletos y con ellos uno de los mayores hallazgos de oro del mundo ( sólo superado por los de Egipto): diademas, alhajas, anillos con sellos, broches, pasadores, cetros, botones y máscaras mortuorias de oro purísimo, entre las que él quiso reconocer la del propio Agamenón, "soberano de hombres", que capitaneó la mayor expedición de Grecia contra Asia de su tiempo.
    Había transformado,¡por fin!, sus sueños en auténtica realidad. Él no era arqueólogo y sus métodos poco ortodoxos le hicieron cometer graves errores, pero siempre tendrá la gloria de haber sido el gran descubridor de Troya.
    Y hoy, Miguel Ángel, si que ya no sé cómo pedirte perdón por la extensión, sólo espero que el enorme amor que siento por el tema pueda disculparme.
    Mil saludos.

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  4. Muy bueno el articulo y muy bueno el blog, acabo de descubrir el blog a través de otro articulo y termine leyendo los demás artículos que me son muy interesantes, seguiré visitando el blog. Gracias!!!

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  5. Hola Miguel ángel de nuevo una interesante publicación, desconocía esta historia y me ha hecho recapacitar en que nunca hay que rendirse ante las adversidades, si de verdad se cree en algo. Profedegriego también con su aporte de nuevo nos enseña y descubre buenas historias y super interesantes.

    Besos!

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  6. Profe, como siempre interesantisimo tu aporte. Conocía la historia de Schliemann gracias a un pasaje de la historia del "Cebri", y verdaderamente también es un ejemplo de tenacidad y, sobre todo, de creer en uno mismo.

    Miguel, se bienvenido a esta tu casa, gracias por el comentario y lo elogios.

    Jolie, gracias por no rendirte en el empeño de venir por aquí a menudo. Un beso.

    Gracias a todos por los comentarios, y también a los que no comentáis por leer mis cosillas. Un abrazo a todos.

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