Pasar una noche toledana
Todos hemos sufrido alguna vez una noche toledana, una de esas noches terribles que pasamos en blanco, bien por que las preocupaciones no nos dejan tranquilos, bien por que problemas físicos o ambientales nos impiden conciliar el sueño. Pero ¿por qué llamamos pasar una noche toledana a estas noches de insomnio y padecimiento?. Al intentar averiguar el origen de esta frase nos pasa como siempre, no encontramos uno si no varios. En este caso concreto tenemos una bonita (por que lo es, a pesar de su crueldad) leyenda medieval de emires y venganzas bastante extendida y otras dos explicaciones mas prosaicas y desconocidas. Pero vayamos primero con la leyenda que ilustraremos con una una foto que ni es de Toledo ni salen musulmanes pero guarda relación con esta historia.
Alrededor del año 800 de nuestra era ( o del 178 desde la Hégira) casi toda la península ibérica esta dominada por el Islam, bajo el mando del emir de Cordoba, Alhaken I. La siempre levantisca ciudad de Toledo esta gobernada por el joven muladí ben Yussuf, hijo de un militar amigo personal del emir. La arrogancia y el despotismo del wali no solo no aplaca los ánimos en la ciudad si no que provocan una revolución en la que el es derrocado ( para algunos incluso es ejecutado). El emir cuando se entera se lo comunica al padre de Yussuf y este le pide que sea el mismo el nombrado como gobernador. (Algunas versiones obvian toda esta parte y ponen directamente a Yussuf padre como wali de Toledo, enviado por el emir para pacificar la ciudad).
Cuando el nuevo gobernador llega al ciudad el miedo se apodera de sus habitantes esperando la venganza, pero se encuentran con todo lo contrario. El wali gobierna con benevolencia y trata con respeto a los levantiscos nobles. Rápidamente se gana la confianza y el amor de su gobernados. Un buen día se anuncia la llegada del príncipe Almanzor, hijo del emir, y Yussuf prepara una recepción en su palacio a la que son invitados todos los notables de la ciudad. Y aquí es cuando comienza la noche toledana, también llamada la jornada del foso, conforme los invitados van llegando al palacio son degollados por los soldados del wali con certeros golpes de cimitarra los cadáveres son arrojados al foso del castillo. Según algunas crónicas hasta 800 nobles son asesinados esa noche. Cuando los toledanos despertaron a la mañana siguiente sintieron un horrible olor a sangre que se extendía por toda la ciudad, y cuando alzaron sus ojos hacia el castillo vieron las cabezas de los lideres de la revuelta colgadas en largas picas, Yussuf ya había vengado a su hijo.
Después de este sangriento relato quedan un poco pobre los otros dos posibles orígenes , pero no puedo evitar el contarlos ya que son defendidos por dos referencias importantísimas en el tema de refranes, dichos y frases hechas.
Correas en su Vocabulario de refranes nos habla de un antigua tradición toledana por la que el primer nombre que oigan las mozas casaderas en la noche de san Juan sera el de su futuro marido. Así pues las muchachas pasaban la noche en vela esperando oír como se llamaría su futurible, os podéis imaginar la noche toledana que pasaría la que no oyese ningún nombre.
Por su parte el gran Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana atribuye la frase al al cantidad de mosquitos que poblaban Toledo debido a la cercanía del rió Tajo. Dichos mosquitos se cebarían en los forasteros que no estaba acostumbrados a ellos y sobre todo que no conocían que remedios aplicar para evitarlos. Quien haya pasado un noche atacado por mosquitos sin duda comprenderá lo horrorosa que puede llegar a ser una noche toledana.
No puedo cerrar esta entrada sin explicar el porque de la foto que la ilustra. Bueno, en realidad si que puedo, ya que la mayoría de mis ambles lectores habrán pillado el guiño. Y los que no, que se lo pregunten a sus conocidos y amigos que seguro alguno de ellos les puede ilustrar, y así de paso disfrutaré de una impagable publicidad.