Últimamente parece que me ha dado por hacer las entradas a pares. Hace algún tiempo publique dos sobre el servicio de correos americano, el
Parcel Post Service (
1 y
2), mas tarde dos sobre la medalla Dickins (
1 y
2) y hoy, tras mi última entrada sobre
una carga de caballería sobre el hielo, traigo una historia que también cuenta las hazañas de tropas de tierra combatiendo sobre el mar helado. Hay que señalar que esta historia la descubría hace unos meses en un magnifico blog sobre batallas llamado
Grandes Batallas de la Historia.
Flandes diciembre de 1585, estamos en plena Guerra de los 80 Años, en la que las llamadas Provincias Unidas de los Países Bajos se habían levantado contra el Imperio Español, aunque mas que una guerra de independencia era el primer episodio de los enfrentamientos entre el protestantismo del norte de Europa y el catolicismo de la península. Prueba de ello es que amplias zonas de Flandes eran católicas, y por ello defendían y apoyaban a las tropas españolas en lugar de a las autóctonas. Y esto fue lo que sucedía en la ciudad de Balduque, a las orillas del río Mosa. Hasta allí habían llegado 5.000 españoles del tercio Viejo, comandados por el Maestre de Campo don Francisco Arias de Bobadilla. En la otra orilla del río, y en la multitud de islas que lo poblaban, estaban los rebeldes holandeses, apoyados por una flota de barcos que bombardeaba continuamente a las tropas españolas desde la partes mas profundas del río, todo ello al mando del almirante Holak. Bobadilla comienza el ataque y rápidamente consigue alcanzar la isla de Bomel, la mas grande de cuantas había en el cauce, y la conquista con facilidad. En ese momento Holak ve su oportunidad y manda derribar los diques que contenían las aguas del Mosa. El nivel sube rápidamente y gran parte de la isla de Bomel es inundada. Los españoles se tienen que hacer fuertes en un pequeño montículo ahora convertido en isla. En este lugar se encontraba la pequeña iglesia católica de Empel, donde se monta un improvisado fuerte.
La situación se vuelve rápidamente desesperada. Están completamente cercados por el agua y ademas en una posición elevada que los hace especialmente vulnerables a los ataques de artillería de la flota de Holak. Ademas desde los islotes que rodean a la gran isla las tropas holandesas también disparan con ventaja sobre los tercios, apoyadas por la artillería de un gran fuerte a la otra orilla del Mosa. Bobadilla mando varios correos pidiendo ayuda pero todo fue inútil. Lo único que consiguió fue el apoyo espiritual de los habitantes de Balduque que se aprestaron a hacer misas, rogativas y procesiones en apoyo de los católicos.
El siete de diciembre las tropas españolas se preparan para el fin. Los rebeldes están ultimando los preparativos del asalto final y mandan una comitiva exigiendo la rendición de los sitiados. Bobadilla, fiel a la tradición de los Tercios de desconocer lo que es la rendición, le responde con un frase de las de película: "Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos". La suerte estaba echada, o no. En este momento se produce un hecho fortuito que, seguido de otros igualmente afortunados, cambiaría el curso de la batalla. Un soldado español que cavaba una trinchera, mas para protegerse del frío que de las balas enemigas, se encuentra con una tabla de madera. La observa y comprueba entusiasmado que es una tabla con la imagen de la Virgen de la Inmaculada Concepción, seguramente enterrada por algún católico para protegerla de la furia iconoclasta de los calvinistas. Rápidamente difunde la noticia y un fervor católico inunda a toda la guarnición. Bobadilla aprovecha el momento y lanza un órdago a sus hombres " ¡Soldados! El hambre y el frío nos llevan a la derrota; el milagroso hallazgo viene a salvarnos. Nosotros velaremos por España. ¿Queréis que se quemen las banderas, se inutilice la artillería y abordemos de noche las galeras, prometiendo a la Virgen ganarlas o perder todos, todos, sin quedar uno, la vida?" un Sí unánime refrendo sus palabras y raudos se embarcaron en playetas (barcazas) para alcanzar las galeras enemigas. Y aquí es donde se produjo el otro hecho fortuito que casi podríamos tildar de misterioso, o de milagroso, como no dudaron en hacer los habitantes de Balduque que lo bautizaron como Het Wonder van Empel, el milagro de Empel (volved a mirar el cartel que figura en la iglesia en la foto que he puesto al principio). Las temperaturas habían descendido brutalmente durante todo el día y en el momento de la noche en que los españoles se disponían a fletar sus barcas se dieron cuenta de que el río se había helado completamente, algo que no solía suceder hasta finales de enero y desde luego no con esa rapidez. Abandonaron sus embarcaciones y a pie marcharon contra los diferentes islotes ocupándolos uno a uno. Holak, desde el barco capitán, observaba atónito lo que estaba sucediendo cuando empezó a recibir bombardeos de artillería desde las posiciones anteriormente ocupadas por sus hombres. Las galeras estaban siendo alcanzadas y ademas corrían el riesgo de quedar varadas en el hielo que seguía formándose rápidamente incluso en las zonas de mas calado. No quedaba mas remedio que huir ante el ataque furibundo de unos soldados que hace pocas horas estaban completamente derrotados, tan seguro estaba Holak de la victoria que su única preocupación había sido el disponer de locales suficientes para albergar a tantos prisioneros. Solo quedaba una cosa por hacer, conquistar el fuerte. El Tercio adopto su característica formación con sus largas picas delante y los arcabuceros preparados detrás y marcharon contra las posiciones holandesas. En poco tiempo la victoria fue total huyendo las tropas rebeldes a la desbandada. El milagro de Empel se había consumado. Ni que decir tiene que la Inmaculada Concepción fue nombrada patrona de los Tercios inmediatamente. En la actualidad es patrona de toda la infantería española.
Periódicamente aun se hacen estudios meteorológicos (sobre todo en los Países Bajos) intentando comprender que es lo que pasó aquella noche y la conclusión mas atea a la que se llega es que fue algo "completamente inusual".
Para concluir reproduzco dos frases del vencido Holak que demuestran su perplejidad por la inusitada derrota.
La primera hace honor a la valentía y fiereza del los tercios españoles:
"Cinco mil españoles que eran a la vez cinco mil infantes, y cinco mil caballos ligeros y cinco mil gastadores y cinco mil diablos".
La segunda es la que inspira el título de esta entrada:
"Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro".
Muchos no creeréis en los milagros, y a los que que creáis no os parecerá de recibo que Dios ayude a algunos de sus hijos a masacrar a otros, pero coincidiréis conmigo en que si no es un milagro es algo que se le parece mucho.